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23 de mayo de 2024Un libro, un hito, de Gil Molina y Ricardo Báez
Hasta el 9 de agosto permanecerá abierta en Espacio Mercantil Torre PANAVEN, Av. San Juan Bosco, Altamira, la exposición HITOS DEL CINE VENEZOLANO. 87 películas, 87 carteles, creada a partir del libro homónimo escrito y producido por Gil Molina y diseñado por Ricardo Báez.
Este artículo de María Cristina Capriles, salió publicado en el Papel Literario de El Nacional el 12 de julio, 2024. Páginas 10 y 11.
En el mundo, todos los días se editan miles de libros y de todo tipo. A quienes nos gustan los libros, se nos van juntando muchos por leer, bien sea en físico o los vamos añadiendo en una lista de seleccionados, los “por leer”.
De vez en cuando suceden hechos inesperados. Llega a tus manos un libro diferente, uno que te llama poderosamente la atención. Las razones pueden ser varias: el tema que estabas esperando, tu autor preferido, aquel autor que no conocías pero que titula su obra de forma muy llamativa. Un autor anuncia la presentación de su nuevo libro, no en un día, sino en una exposición en una reconocida sala de arte, y por varios meses. Suena estrafalario. Cierto. Decides ir a ver de qué se trata.
Lo que encuentras es impactante. Todo lo que ves valió la pena hacerse, es imprescindible que los curiosos, ratones de biblioteca, libreros, editores, impresores, lectores, los amantes del arte, de las artes gráficas y de la literatura, del cine, del diseño, de la arquitectura y otras artes, todos se acerquen a ver lo que está expuesto en HITOS DEL CINE VENEZOLANO. 87 películas, 87 carteles.
¿De qué se trata?
Un periodista y emprendedor de proyectos, Gil Molina, investigó por cuatro años un tema de su interés, y decidió hacerlo a través del cine venezolano, contando sus 126 años de historia, década por década y con un lenguaje sencillo, con las películas que para él han establecido un hito dentro de la cinematografía nacional, desde la primera película en la historia de nuestro cine, la primera con sonido y color, aquellas que inauguraron un género en el país, las más taquilleras, o las que nos han representado en concursos y festivales internacionales y han ganado destacados premios.
Y así seleccionó, basado en esos parámetros, 87 películas hitos de la cinematografía nacional. El resultado es su selección, justificada por él, estemos o no de acuerdo. Invitó a su amigo y diseñador gráfico Ricardo Báez, a diseñar el libro, y adicionalmente a reinterpretar y rediseñar los 87 carteles. El libro resultante, HITOS DEL CINE VENEZOLANO, es una obra magna e inédita tanto en Venezuela como posiblemente en Latinoamérica.
Además de la sorpresa al hojear el libro en la exposición, te sumerges de inmediato en una estratósfera inesperada, impactante, en un mundo que pareciera estar fuera de los límites de nuestra Venezuela de hoy, están 87 películas del cine venezolano presentadas como en un país del primer mundo.
Esa tarde, como curiosa, fui a ver la exposición y tuve la suerte de tener a su autor, Gil Molina, por guía durante un buen rato. Lo que me encontré me sorprendió gratamente: una inmersión multimedia en blanco y negro, con ese olor a papel salido de una imprenta, y repleta de imágenes que te rodean por todas partes. El espacio permite destacar a cada película, cada cartel realizado por Ricardo Báez, y todo ello alrededor del libro de Gil. Es un libro que no responde al concepto usual de libro, es diferente.
¿Puede un libro en su concepto ser diferente a los demás?
Acá lo encuentras. Es diferente en su forma, en su presentación, en la manera en que lo puedes leer. Es un libro sin índice, es un libro flexible, lo puedes abrir a 180 grados y no se mueve una hoja. El cosido espectacular te permite ver, en determinados pliegos, al hilo que es negro y fuerte, en siete largas puntadas, formando parte de su estética. Es de tapa blanda, tamaño 30 x 21cm. y piensas —no se hizo con tapa dura para no aumentar su costo— y no, ésta no fue la razón. Se quiso hacer así, tal como es. Un libro con tapa del mismo papel del cuerpo, el canto bañado con tinta negra y por dentro en plateado y dorado, con el lomo cubierto por una banda negra, y su portada cubierta por un pliego de papel metalizado doblado en ocho, a la medida de la carátula y contracarátula, es decir que el libro abre recubierto por el póster pero no tapado cual regalo, no tienes que quitarle el papel, diseñado con un collage de imágenes sacadas de los 87 carteles. Al sacar el póster plateado para ver la portada, te encuentras con una sencilla carátula negra. El no color, el B/N del cine primigenio y de siempre. Un nuevo concepto de lomo, de cosido, de terminado. Todo llama la atención.
Pero lo más delicioso es que cuando lo vas a leer, y son 278 páginas, te encuentras que es tan flexible, que lo apoyas donde quieras, se adapta a todo, a la forma que lo sostiene, no necesariamente tus manos, lo abres completamente y sus páginas llenas de detalles están allí llamándote a leerlo. Cronológicamente va llevando al lector a recorrer el camino del cine venezolano mediante los sintetizados y gratos párrafos referentes a las cintas que Gil Molina seleccionó para el trayecto y que Ricardo Báez con sus carteles va mostrando.
Para mí esta obra es múltiple: encuentras el libro expuesto, que puedes hojear; te ofrece un póster en plateado y negro metalizado, como cubierta; una separata o catálogo anexo en gris; la hoja de sala en tamaño tabloide; la presencia del formato Super-8, otra expo dentro de ésta; una estructura que describe con cifras las películas más taquilleras; una sala con monitores con segmentos de las películas venezolanas en un homenaje a sus realizadores; los 87 nuevos carteles diseñados ad hoc; así como códigos QR en varios carteles, para que disfrutes de su animación, en motion graphics y realidad aumentada, a voluntad de cada quien. La música que impregna el ambiente es la banda sonora de Libertador de Alberto Arvelo, compuesta por Gustavo Dudamel.
La separata en sí misma es otra publicación: en 46 páginas incluye una lista con la totalidad de largometrajes venezolanos en ficción, documental y animación realizados desde 1897 hasta 2023, aproximándose al millar los títulos y un listado de los festivales de cine más importantes del mundo, en los que ha participado Venezuela y obtuvo por primera vez un reconocimiento.
La experiencia en la exposición
Pensé que asistiría a una exposición convencional y no fue así. Entras en una sala inmensa, sobrecogedora, que te impacta por su ambientación, por el montaje y las gráficas, con aire acondicionado, moderna, con 87 paneles todos hechos a base de planchas metálicas, una por película, sacadas directamente de la imprenta.
Cada nuevo cartel es una película, y cada uno es una elaboración personal, la representación de cómo Ricardo Báez en una imagen sintética, conceptual, novedosa, ve, narra, describe el film, a veces en algo tan simple como colocar una pequeña casita para referenciar una película. Es la interpretación en una imagen nueva que no hace referencia al cartel original de la película. Ninguno de los afiches lleva los elementos convencionales de un cartel de cine comercial, tal como los créditos. La pauta consiste en dos elementos similares para todos: título de la película y nombre del director.
Cada cartel refleja el espíritu de la película. Son 87 creaciones originales y coleccionables. Es de destacar, tal como lo hace ver Gil Molina en el libro, que entre 1897 y 1940, el cine venezolano no apeló al cartel como elemento de promoción. De hecho, esta forma de reclamo visual comenzó a tener relevancia en la industria cinematográfica mundial a partir del primer Festival Internacional de Cine de Venecia en 1932.
El libro trae una sección específica sobre la historia del cartel no sólo en Venezuela, sino sus antecedentes mundiales y su evolución hasta la fecha. Las películas venezolanas de los primeros años no tuvieron carteles, y por ello la idea de Gil Molina de crearle hoy a cada una su correspondiente póster para incluirlo en la obra, resulta una interpretación del espíritu de cada film, según Ricardo Báez. Estos afiches se encuentran en el libro y se muestran en las planchas en la exposición, contribuyen a la ambientación de la misma y son homenaje a la película y a su director.
El libro y la exposición nutren de amplísima información de cine, no sólo la que tiene que ver con las películas, también el descubrimiento de pequeñas historias que van desde sus inicios hasta hoy.
Si la película no ha sido considerada un hito por Gil, igual está. Todas están. Es inmenso. Y en una sola pasada de ojos por la gran sala y sus varias secciones, encuentras allí al cine venezolano completo. Claro, no puedes verlo todo en una visita de dos horas como fue la primera que hice. Quieres volver para descubrir más, y al llevar el libro a tu casa, ojearlo con calma, aprecias aún más cada concepto escrito por Gil, cada detalle gráfico cuidado al milímetro por Ricardo.
El conocimiento sobre el cine venezolano de Gil Molina es muy amplio. Recuerdo a fines de los años 90, cuando la Escuela de Cine y Televisión ESCINETV mudaba su sede a la Torre Capriles en Plaza Venezuela, donde estuvimos cerca de cuatro años, que un día me hice la reflexión, ¿Por qué nosotros dictamos una materia sobre Historia del cine, y no tenemos una materia específica para la Historia del cine venezolano?, y fue a partir de ese momento que diseñamos el primer programa sobre este tema en la escuela, y posiblemente en Venezuela. Se veía antes el cine venezolano dentro de la Historia del cine, como un capítulo más. No había, en ninguna universidad, una materia dedicada exclusivamente al cine venezolano, que yo tenga conocimiento. Así comienza también a formarse en la Escuela de Cine y Televisión la videoteca de películas venezolanas, que cada día fue creciendo, y siempre expertos, como Ricardo Tirado y Pablo Gamba entre otros, acompañaron la actividad.
Lo que yo encontré esa tarde en la exposición, me resultó sorprendente. A la entrada, gráficas en inmensas reproducciones que van de piso a techo de doble altura. La imagen te trae la película. No encuentras en la exposición lo convencional, es otro enfoque, una visión de la totalidad que va de lo general al detalle. No ves fotos del director, sinopsis, actores, foto fijas, making off, créditos, nada de eso, es un concepto novedoso y aglutinador dentro de una manifestación estética. Todos los carteles creados guardan su importancia particular. Te pueden llamar la atención unos más que otros, cada uno tiene su análisis propio que lo caracteriza.
Al leer el libro vas conociendo que la primera película animada venezolana es de 1935, apenas cinco años después de que Estados Unidos realizara su primera de animación; que Venezuela en los años setenta fue considerada el Cannes de Latinoamérica gracias al Festival Internacional del Nuevo Cine Súper 8; que la primera película de largometraje en el mundo realizada en Súper 8 es venezolana; que tenemos tres premios clase A en nuestra cinematografía; que hemos obtenido ocho Premios FIPRESCI —el primero con Araya en 1959—, y entre esos ocho reconocimientos dos recibidos por una misma directora, en 2007 y 2014, y también que Margot Benacerraf fue la primera latinoamericana en participar en tres festivales clase A en un mismo año.
La investigación y creatividad de Gil Molina brindan una exposición de vanguardia. Cuando se sale de la exposición y abres los ojos al sol, te encuentras con la realidad de nuestra Venezuela que por doquier se está cayendo a pedazos. Somos un país de contrastes: desarrollo y atraso. En síntesis, Hitos del Cine Venezolano, exposición realizada desde la óptica del mundo desarrollado, digna de ser mostrada en ciudades donde el arte y la cultura ocupan un prístino sitial. Es una invitación para todos.
Los autores
Gil Molina es publicista y periodista venezolano con especialización en gerencia de proyectos. Asesor de marca y comunicaciones. Es fundador de La Movida Films y Proyecto Identidad. Realizador de campañas audiovisuales y películas en Venezuela y Argentina. Editor y coordinador de diversos proyectos editoriales. Autor del libro Identidad. Venezuela en 1.000 rostros y actualmente presenta su nueva obra Hitos del Cine Venezolano. 87 Películas. 87 Carteles.
Ricardo Báez es diseñador gráfico venezolano. Se centra en el diseño editorial. Interesado principalmente en la relación entre diseño y fotografía, ha estado involucrado en el desarrollo, edición, diseño y promoción de proyectos fotográficos en forma de libros. Ha recibido numerosos premios a nivel mundial. Desde 2022 es miembro de AGI, Alianza Gráfica Internacional. Es el diseñador de Hitos del Cine Venezolano. 87 Películas. 87 Carteles.